POCOS SE VACUNAN ¿PORQUÉ?

Una realidad que se presenta Chile y el mundo es el sentimiento de cansancio frente a la conveniencia de vacunarse.  No es una prioridad para los padres.

Este efecto obedece a muchas razones, de las cuales analizaremos las tres que nos parecen más importantes:

a) La primera razón que salta a la vista son los efectos inconvenientes que tienen algunas vacunas en los primeros días, a pesar de que el personal sanitario les afirma a los padres que no hay efectos adversos “de importancia”, siendo que en la misma noche de la vacunación el lactante puede estar con mucha fiebre y terminar con una convulsión febril en un angustiante servicio de urgencia.

Otro ejemplo se observa con la vacuna BCG del recién nacido.  Es verdad que esta vacuna evitará que el niño pudiera contraer formas graves de tuberculosis, pero la profesional que lo vacuna muchas veces no advierte con suficiente énfasis sobre las complicaciones que pueden aparecer hacia los 28 días, como se muestra en la fotografía:

Esta complicación es la adenitis BCG, un ganglio satélite al sitio de inoculación que se enrojece, se inflama y molesta bastante al niño.  Tiene buen tratamiento, pero a costa de varias asistencias al consultorio. 

Aquí el principal problema está en que desde que aparece la adenitis BCG hasta que empieza el latoso tratamiento puede pasar un mes, justo cuando toca la inoculación de los dos meses.  Me pregunto: ¿Qué interés van a tener los padres de vacunar a su guagua si, aunque les aseguren puras bendiciones tal vez haya alguna complicación?

b) La segunda razón que induce a no vacunarse es que las enfermedades infectocontagiosas o “pegativas” aparecen como lejanas en la actualidad.  Es cierto que a excepción del Covid y la influenza todas las enfermedades pegativas graves se baten en retirada.  Probablemente no desaparecerán nunca, pero se han ido convirtiendo en casos aislados. Los padres piensan que a sus hijos no les afectarán, porque no conocen a ningún primito o compañerito de colegio que la haya padecido.  Seguramente se preguntarán, ¿para qué vacunarlos entonces?

c) El tercer motivo es la pérdida de las oportunidades de vacunación, una “resta hormiga”, en la cual los médicos no somos ajenos.

Los programas de vacunación están calendarizados por edad del niño y cada vez es más corriente que tengan una citación previa. Si no se aprovecha hay que volver a agendar la hora.  Es bastante común que no se asista a la hora agendada, ya sea porque la madre lo olvida, el consultorio ese día no atiende, o el niño está resfriado.  Muchas veces la madre le pregunta a su pediatra si puede vacunar al niño pese a estar resfriado y el médico, sin pensarlo mucho le dice que mejor no, que espere unos días, sin darse cuenta en todo lo que se pierde al tener que reagendar una hora.  El resfrío no es ninguna contraindicación de vacunar.