CONTROL DE ESFÍNTERES

 

El vaciado voluntario de la vejiga e intestino es una adquisición paulatina del niño o niña y toma su tiempo. Va aparejado con el desarrollo o maduración. Se trata de un logro psicomotriz paulatino, como aprender a caminar, hablar, usar la cuchara o el lápiz que le reportará al niño una enorme sensación de logro y confianza en sí mismo. Paralelamente hay que considerar la interrelación y estímulo que se va produciendo con los padres, que contribuye a que el niño progrese más rápido en el dominio de cualquiera de estos resultados, siempre que el apoyo se haga con mucho cariño, paciencia y habilidad. Asimismo hay que tener presente que el proceso tiene altos y bajos, siendo muy importante no demostrar impaciencia ni apurar la retirada de los pañales.

Aunque la estimulación puede influir en algunos niños, lo cierto es que la inmensa mayoría controlarán los esfínteres entre los 2 ½ y 3 años.

Es importante reconocer el período de apresto, ya cumplidos los dos años y algo. Éste se caracteriza porque algunos bebés pueden empezar a darse cuenta que ensuciaron el pañal. Esta etapa nos está indicando que el proceso desembocará en un plazo de algunos meses en el control definitivo. Lo interesante de este período es que puede ser influido por quienes están a cargo del niño, como elogiar los avances y aceptar los retrocesos con buen humor.


Aprender a “ir al baño” significa independizarse de los pañales. Se trata de una notable autonomía para el infante y una importante economía para el presupuesto familiar.


Si bien la gran mayoría de los niños ya no se ensucia en la ropa a los 3 ½ años, este tope es bastante generoso. Más aún, si se considera que después de esa edad viene un período que no se define como necesariamente anormal, pero puede ser motivo de preocupación. Recién se habla de síntomas anormales, como enuresis, carencia de control vesical o encopresis, ausencia del control anal, cuando no se ha adquirido el dominio pasados los 6 años.


No mojarse en la noche merece un comentario adicional. Aunque un niño controle esfínteres durante el día, puede faltar aún un tiempo hasta dominar plenamente el control nocturno. Un error frecuente de los papás es demostrar ansiedad. Debemos tener muy presente que no hay nada que el niño pueda hacer para apurar el proceso. No depende de que se acuerde, de que esté atento, ni de nada de eso. Simplemente aún no ha alcanzado la madurez suficiente.
Otro aspecto que hay que recordar es que el control esfinteriano está fuertemente influenciado por la cultura, creencias y valores, lo que significa que el proceso puede avanzar en diferentes plazos.  Si somos muy competitivos igual que como lo hacemos para que duerman solos o dejen el chupete, probablemente ejerceremos una presión inconveniente que retrasará el proceso.
Lo que hay que recomendar es un enfoque centrado en las necesidades del infante y al igual que cualquier otro proceso biológico, debemos resaltar relajadamente el dominio de la evacuación vesical o anal, felicitando sus logros.
Puede ser de interés saber cuándo el niño está próximo a dejar los pañales, porque para ese tiempo debemos ejercitar más que nunca nuestro apoyo. Debemos fijarnos en lo siguiente:

1) Manifiesta incomodidad con el pañal mojado.
2) Pide que le cambien el pañal sucio.
3) Puede pasar más de 3 horas con el pañal seco.
4) Tiene lenguaje para comunicar la necesidad de orinar.
5) Tiene las habilidades motoras para quitarse la ropa y sentarse en la bacinilla.

Cuando niños y niñas entre 2 y tres años entran en la etapa del no o del mío o del yo solo y si todavía no hay control esfinteriano, es mejor postergar nuestro interés unos meses. El niño percibe que al negarse a hacer algo que sus padres desean, tendrá más dominio e independencia. Entonces, si reconocen que dejar los pañales es algo que sus mayores realmente quieren, ellos lo rechazarán. Tenemos que evitar que se produzca esta especie de conflicto de poder.
Tampoco es aconsejable insistir si existen cambios importantes o dificultades en el ámbito familiar, como podría ser la llegada de un segundo hijo, alejamiento de un familiar o situaciones de duelo.  Es en vano insistir. Hay que dejar que el proceso retome su ritmo espontáneamente.