ESCOLEOSIS
Pocas cosas son más lamentables que atender a una adolescente llena de proyectos que tiene su columna vertebral torcida. Se le viene encima un impacto emocional y físico tremendo. El dolor y la progresiva limitación de los movimientos se presentarán más tarde en la edad adulta, y para qué decir en la adolescencia.
A la enfermedad también se le llama deformidad en S de la columna.

La escoliosis idiopática, o sin causa aparente, es la más frecuente y suele descubrirse hacia los 10 a 14 años, aunque hay formas más precoces. Sólo un 15% de las escoliosis tienen una causa reconocible, siendo la torcedura de la columna un síntoma y no la enfermedad misma.
El examen se hace con él o la adolescente de espaldas, sin calzado. Parado lo más derecho posible. Observaremos que la cabeza se encuentra alineada con la pelvis y no sigue la desviación de la columna. Lo segundo que llama la atención es que hay un hombro permanentemente más elevado, y la escápula del mismo lado está más prominente. También el talle se observa asimétrico. Luego se le pide al niño/niña que se incline hacia adelante, con las manos tocándose las rodillas. Saltará a la vista lo asimétrico que se observa un lado de las costillas y las espinas vertebrales a ese nivel mostrarán una curvatura que las aleja de la línea media. Normalmente el niño no tiene dolor y al pedirle posturas exigentes, como andar en la punta de los dedos o en los talones, lo hace sin dificultad. Tampoco tienen dificultades en subir y bajar los escalones de un banquito clínico.

No ocurre lo mismo en las escoliosis secundarias a una enfermedad esquelética, por tanto, no idiopáticas, como una paresia importante; una luxación de caderas no corregida en la temprana infancia; una extremidad más corta; y tantas otras causas menos frecuentes aún. Estos pacientes sienten dolor, tienen dificultades para caminar en puntillas o talones, el examen de los reflejos suele ser asimétrico, tienen manchas color “café con leche” y varios otros signos.
Las dos preocupaciones clínicas más importantes son:
a) Darse cuenta de que el niño / niña tiene una escoliosis
b) Poder diferenciar entre una forma idiopática o una secundaria


Generalmente basta con un acucioso examen físico y una radiografía total de columna tomada en posición postero anterior, como se ve en la figura, para salir de dudas.
En algunas ocasiones, cuando se sospecha una escoliosis secundaria es necesario ampliar el estudio con una tomografía de columna o una resonancia, que permiten ver los detalles de cada vértebra y las características del canal raquídeo.
En las escoliosis idiopáticas de niños cercanos a la pubertad, el tratamiento de elección es el corsé ortopédico, para detener la progresión de la curvatura y, finalmente, llevar a este esqueleto aún inmaduro a la alineación normal de las vértebras.