LA VISIÓN EN EL NIÑO

La buena visión es uno de los factores que más contribuye a que el niño desarrolle el máximo de su potencialidad. Asimismo, hay que recordar que nacemos con una visión incompleta, que alcanzará su maduración hacia los 6 u 8 años. Este hecho nos ofrece una apreciable ventaja, ya que si descubrimos un defecto antes de esa edad, es posible corregirlo completamente y no sólo contentarnos con tratamientos paliativos, como en el adulto.

Aspectos importantes del desarrollo visual

1. Los bebés nacen con una visión muy borrosa y no podrían discriminar los objetos que están frente a su vista, en el supuesto que pudieran comprender lo que ven. Recién hacia el 3er año la agudeza visual es cercana a la del adulto.

2. Al mes el niño fija la mirada y sus ojitos ya no se mueven erráticamente. Sin embargo, es normal que durante los 2 primeros meses, el bebé bizquee de forma intermitente y que sus ojos se desvíen.

3. Durante el 3er mes sigue objetos con la vista.

4. A los seis meses le agradan los colores claros. A esa edad los ojos están perfectamente alineados. Es importante no confundirse con una aparente falta de alineación de las pupilas o falso estrabismo de las personas que tienen un tabique nasal muy ancho, como era el caso de Jackie Kennedy. Se trata de algo normal.

5. La visión en profundidad, o 3D, o sea la capacidad para reconocer qué objetos están delante y cuáles más atrás, es una función muy compleja, que empieza a adquirirse a los cinco meses, sólo si se han cumplido los puntos precedentes.

6. Hacia los 8 meses, sus ojos casi tienen su color definitivo.

7. Al año, junto con la aparición de la marcha, el niño se desplaza hacia lo que ve.

8. Hacia los 2 años, se reconoce a sí mismo en un espejo.

9. A los 6 años el chico debe alcanzar las capacidades visuales que tendrá cuando adulto, faltándole sólo mejorar cualitativamente.

Historia clínica
Teniendo presente los puntos anteriores, el pediatra se preocupará de buscar los antecedentes que permitan detectar factores de riesgo para la visión, como prematuridad; familiares que tengan déficits importantes de la vista que no se deban a traumatismos; infecciones virales de la madre durante el embarazo; malformaciones de la cara; padres o hermanos que usen lentes de potencia alta; tumores oculares y otras.

Luego viene el examen oftalmológico propiamente tal

Este examen debe ser hecho con un orden pre establecido, para asegurarse que sea completo. Hay que preocuparse del aspecto general del niño y todo lo que se llama maduración viso motriz, que debe estar acorde con su edad.
Luego debemos fijarnos si existe el rojo pupilar simétrico en ambas pupilas, lo que se hace con un oftalmoscopio. En algunas oportunidades se puede pedir a los padres que le saquen al bebé una foto de noche, con un celular con flash, mientras el niño mira el teléfono. Reconocer ambas pupilas rojas y simétricas significa que el rojo pupilar está presente.

El examen del rojo pupilar debe hacerse anualmente en los primeros años. Su asimetría o ausencia, puede indicar algo gravísimo como una opacidad de la córnea o un tumor de la retina.
A continuación hay que evaluar el alineamiento ocular, es decir si una luz dirigida a la cara del niño se refleja simétricamente en el centro de ambas pupilas.
Por último se efectúa una evaluación de la agudeza visual con una carta de Snellen (La clásica letra E), que debe estar ubicada a unos 6 metros de distancia. Niños tan pequeñitos como a los 4 años ya cooperan. El examen debe hacerse con muy buena iluminación y por separado para cada ojito. Éste es el examen clave para descartar que un niño sea corto de vista.

Carta optométrica para medir la agudeza visual

Finalmente se adjunta una tabla guía del desarrollo visual del niño, que va aparejado con el desarrollo psicomotriz