BULLYING EN CHILE, HAGAMOS ALGO AHORA
Fernando Ruiz-Esquide Espinoza, Pediatra, MBA Salud
Bully, brabucón. Empleamos esta palabra sajona, para describir una situación lamentable que ocurre en todos los países del mundo, el matonaje escolar. Esta situación que en Chile se confunde con el nacimiento de la educación primaria, la sufrirían un 7% de nuestros estudiantes entre 11 y 15 años, según investigadores de la Universidad Alberto Hurtado.
Si bien el matonaje traspasa horizontalmente a toda la sociedad chilena, es en los grupos que sienten exclusión social donde adquiere una inusitada violencia, como hemos visto, horrorizados, en los medios de difusión social.
Desde siempre el escenario ha sido igual. El agresor, la víctima y una audiencia que valida la conducta perversa, pues muchos de los demás alumnos presencian pasivamente la sucesión de hechos o actitudes violentas, a la que se puede agregar el desinterés o incredulidad de profesores y familiares. Este problema, incrustado en todas las sociedades, fue discutido recién por primera vez con una mirada mundial en el año 2000 en la Conferencia Mundial Sobre la Violencia Escolar
¿Qué podemos ofrecer?
Se trata de un problema país, que lacera de por vida tanto a la víctima como al victimario y cuyo control debe comprometer a toda la sociedad, si se quiere mejorar. Lamentablemente, para el principal agente de la lucha contra el matonaje escolar, la educación chilena, el “horno no está para bollos” ya que el problema de la inequidad la copa sobradamente.
Igual, podemos contribuir a mejorar notoriamente la situación, abordando el problema con las familias que tienen hijos en la edad de riesgo, con una mejor preparación específica de los estudiantes de medicina y enfermería y con una capacitación actualizada y funcional de los profesores de enseñanza básica.
Preparar a los estudiantes
Debemos contribuir a desarrollar una actitud anti acoso en la sala de clases y ayudar a los niños a desarrollar habilidades para resolver sus conflictos. Si incentiváramos la toma de conciencia del bullying entre los estudiantes y se promoviera la adquisición de valores pro-sociales, como la tolerancia por las diferencias, la promoción de la asertividad para persuadir al agresor y la actitud comprometida con la paz entre los testigos o espectadores lograríamos mucho. Sin embargo, para que estas medidas simples y muy económicas de implementar surjan efecto, debe recordarse que el matonaje es un proceso sistémico, que involucra a agresores, víctimas, pares, adultos, padres, ambiente escolar y ambiente del hogar. En todos estos niveles se debe actuar.
El papel de los pediatras y enfermeras
El equipo de salud debe empoderarse del tema y tenerlo siempre presente desde los primeros controles del niño-lactante, trabajando con los padres hasta que hagan suya la idea de que el cariño y respeto por el niño es el mejor inventivo para desarrollar en ellos una conducta asertiva cuando escolares, la que, por lo demás, les permitirá tener éxito durante toda la vida. Debemos darnos el tiempo para enseñar a los padres las herramientas conductuales para que el niño aprenda a actuar socialmente según la razón y no por temor a la pulla familiar. Solo así el niño se volverá tolerante y aceptará las diferentes diversidades con que se irá encontrando en la vida.
Capacitar a los profesores
Los profesores están llamados a ser son uno de los más poderosos agentes de cambio. Como en el matonaje escolar existe uno o varios alumnos que quieren imponer una jerarquización antinatural en que prime la ley del más fuerte, empleando normas de intimidación, el profesor debe estar muy atento para descubrir estas reglas y reaccionar con prontitud, dando apoyo a la víctima, no trivializando el problema y dedicando tiempo docente para acercar al o los agresores con la víctima. De esta manera pasamos de un caso individual a una materia de preocupación de todo el curso. Automáticamente se evitarán casos nuevos. Paralelamente el maestro debe trabajar con el matón, contribuyendo a enseñarle caminos ennoblecedores de liderazgo.