PACIENTES CONTENTOS

Cada día es más complejo mantener una relación armónica con los pacientes y en nuestro caso como pediatras, también con los padres. A sus crecientes expectativas hay que agregar las de otros actores del sistema, como son las isapres y los centros médicos.

Con el correr de los años hemos vivido la migración del centro del quehacer profesional desde el médico al paciente, su familia y a los servicios de salud.
En este escenario complicado e irreversible el médico debe esforzarse para que el paciente y su familia perciban no sólo calidad sino calidez.

Con la palabra calidez resumimos todo lo que se entiende por empatía, la otroredad de ponerse en el lugar del que acude a consultar.
Obviamente lo primero es la rigurosidad, el ser “buen profesional”. Sin ello no hay nada. Pero falta mucho más para que el paciente y sus padres queden contentos. Falta el calor de la atención acogedora, que se centra en cosas simples como asegurar tiempos de espera razonables, que al paciente se le llame por su nombre, que los padres y los niños, cuando procede, entiendan con claridad la naturaleza de la enfermedad, por citar las situaciones más urgentes.

Calidad y calidez se potencian entre sí. Si el médico cultiva estos dos aspectos entregará una medicina de alto valor, que dejará contentos a los pacientes.