CANNABIS EN ADOLESCENTES CHILENOS
Dr. Fernando Ruiz-Esquide E.
Psicóloga Carolina Vilches C.
La marihuana (Cannabis sativa) es una planta anual de muy fácil acceso porque no requiere de ningún proceso químico o industrial para su elaboración. La mayoría de las partes de la planta se fuman y se consumen así nomás. Por ello el hombre la ha utilizado directamente desde la mata desde que era un simple nómade recolector de frutos.

Sus principales compuestos son el tetrahidrocannabinol (THC) y el cannabidiol (CBD) que generan efectos psicoactivos. El THC altera la percepción, la conducta y provoca adicción a la par de su potente capacidad euforizante. Una combinación muy precisa personalizada de ellos atenúa el dolor crónico.
Como la adolescencia es un periodo especialmente vulnerable la persona puede iniciarse más fácilmente en el consumo de sustancias psicoactivas.
En este período de la vida las características constitucionales o rasgos innatos biológicos que influyen en cómo piensa y siente una persona y el mismo cambio evolutivo relacionado con esta etapa, promueve que el individuo experimente nuevos hábitos con frecuencia opuestos a los promovidos por su entorno habitual como familia y escuela.

Ejemplo de lo anterior es la tendencia ritual de los jóvenes a reunirse para fumar marihuana. En este contexto se pueden producir muchos comportamientos o actividades temerarias que se gestan espontáneamente en estas reuniones, que van desde hacer una improvisada fiesta más allá de lo convencional hasta descontrolarse en juegos de azar que aparecen en internet. Los juegos de azar iniciados a una edad temprana y bajo estas condiciones, los hace adictivos, terreno fértil para la formación de una personalidad ludópata.
La relación de los jóvenes con sus pares es una de las vías más importantes para la consolidación de la propia identidad y forman parte de la transición a la autonomía de la edad adulta. La exposición precoz a la marihuana sumados a los elementos de vulnerabilidad puede conducir a hábitos de consumo problemáticos llegando a constituir rápidamente, un verdadero trastorno adictivo.
La adicción a la marihuana trae aparejada una larga lista de combinaciones deletéreas como son:
a) Incumplimiento de las obligaciones en el colegio y en casa.
b) Problemas en las relaciones interpersonales con pares y figuras de autoridad (exacerbados por la sustancia) dando origen a riñas, discusiones y agresiones físicas.
c) Necesidad marcada de aumentar el consumo para obtener el confort deseado y para aliviar los síntomas de la abstinencia.
d) Necesidad de más tiempo y recursos cada vez, empleados en la búsqueda y obtención de marihuana que son restados de otras actividades necesarias para su desarrollo y formación.
e) Sentimientos de soledad, apatía, desesperanza, angustia, y paranoia. Baja en la voluntad y motivación en general.
El consumo de cannabis en adolescentes produce euforia, alteraciones en el apetito, en la percepción del tiempo y alteración del juicio de realidad. En la abstinencia se puede observar inquietud, ansiedad, irritabilidad, insomnio, cefaleas y dolores inespecíficos en el cuerpo.

Como si el problema no fuera suficientemente grave hay que considerar que la concentración de tetrahidrocannabinol ha ido aumentando significativamente, haciéndola más dañina aún. Se sabe que el cannabis actual en sí es más tóxico que en años anteriores y que esto se debe a que las plantas contienen en la actualidad una concentración de THC mucho más alta. Por ejemplo, si en los años 70 la cantidad de THC que había en las matas era 2% ya en los 90 aumentó al 4% y en los 2.000 superaba el 10%. Hoy, se dice está sobre el 15%.
Su mayor concentración del alucinógeno se ha conseguido por selección genética y modificando las características de cultivo.
A lo anterior hay que agregar los vapeadores y los aliños a base de marihuana que se agregan a platos de comida psicodélica, que contienen fácilmente THC al 50%.
No hay duda de que una mayor concentración de THC se asocia a problemas de salud mental mucho más graves, no descritos en décadas anteriores, como la aparición de psicosis.

La legislación chilena para el control del consumo de cannabis y drogas estupefacientes en general es anticuada, muy reactiva y llena de vacíos legales. No está orientada a prevenir esta epidemia. Falta un real deseo de intervenir y educar a nuestros niños y adolescentes en la realidad que representa usar sustancias psicoactivas en personas que están en pleno desarrollo. Hay evidencias científicas que corroboran la interferencia en el desarrollo cerebral, debido a que la adolescencia es una etapa de gran neuro plasticidad. Entonces, al “formatear” el cerebro y la mente con el consumo de las drogas lo más probable es que se cree un trastorno de la personalidad.
En un enfoque proactivo, junto con lo que ya existe, deben copiarse programas de otros países que han demostrado ser exitosos. Se sabe que el mejor antídoto para las drogas es el deporte y la educación orientada al autocuidado. Multiplicar la actividad deportiva desde el jardín infantil protegerá a nuestros jóvenes. Otro tanto puede ser la existencia de talleres obligatorios dentro del currículo escolar con temas sobre el daño que provoca el consumo de drogas en todos los campos cognitivos, así como trabajar con adictos crónicos que generalmente viven en instituciones especiales, lo que les permitirá a los jóvenes saber de primera mano hasta qué grado de desintegración de la personalidad está expuesto cualquier consumidor de marihuana que recién se inicia. Debemos pasar de lo reactivo a lo proactivo, con mucha integración público-privada.
Finalmente, es importante recurrir a ayuda profesional para comprender la motivación que hay debajo del consumo de cannabis, que suele ir acompañado de otros problemas de salud mental no tratados, como la ansiedad patológica, depresión (con el consiguiente riesgo de suicidio cuando se combinan) y, en general, todos los cuadros psicológicos que tienen como telón de fondo el retraso pedagógico.