¿ALGO MÁS QUE VACUNARSE CONTRA LA GRIPE?

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Fernando Ruiz-Esquide Espinoza, MBA Salud

Hasta el 31 de mayo próximo se extenderá en Chile el programa de vacuna contra las tres variedades de gripe que han motivado la preocupación de los países que se aproximan al invierno.

“Grippe”, “influenza di catarro” o “flue” son términos que empezaron a usarse casi simultáneamente en el Renacimiento, para describir lo esencial del flagelo. Esto es, enfermedad peligrosa; trasmisible; que compromete predominantemente el aparato respiratorio.

Me quedo con el término gripe, la referencia más común que aparece en las licencias médicas en nuestro país en los períodos de epidemia.

Este flagelo guarda cierto parecido con los temblores. Siempre están latentes, endémicos, hasta que de improviso hacen una mega erupción, como ocurrió en el año 2009 en México con la gripe porcina, que cobró una centena vidas, sembró un pánico atroz y todavía se sienten sus efectos en el bolsillo de los atribulados aztecas.

Ya señalamos que desde el siglo XV hay registros clínicos de la enfermedad muy semejantes a los actuales. La enorme diferencia está en que el hombre contemporáneo tiene la necesidad, el prurito y las posibilidades de viajar por todo el mundo, pudiendo diseminar alguno de los virus gripales a personas que están a miles de kilómetros de donde surgió el brote. Afortunadamente, al igual que antaño, los casos más numerosos y graves se producen en el entorno territorial en donde surge el brote. Este hecho tiene una enorme importancia en salubridad, como veremos más adelante.

De aquí nace la enorme preocupación de los países por diseñar todos los años programas de inmunización contra la influenza. En Chile, para este año, el gobierno compró más de 4 millones de vacunas, por un valor superior a los de 12 mil millones de pesos. Los laboratorios capaces de producir tanta vacuna no son muchos en el mundo y aquéllos que están certificados o recomendados por los organismos internacionales para la salud son menos aún. No es necesario ser muy avezado en el tema para percibir lo que irá pasando con los precios internacionales de este atípico y perturbador “comodity”

La única posibilidad de ser eficiente, eficaz y efectivo en el control de las influenzas A (H1N1); A (H3N2) y la B para este invierno, porque el año venidero podrían ser otras cepas, es desarrollar políticas que optimicen los siempre escasos recursos tanto en el corto como en el largo plazo. Junto a ello, desearnos buena suerte. Sí, porque la vacuna no es todo. Hay que tomar, también, medidas de corte epidemiológico. Es importante destacar que para cualquier país resultará muy difícil sustraerse a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Pero si las cosas no resultasen del todo bien y el germen se escapara del canil epidemiológico y la “garra” adquiriera la forma de pandemia, no creo que a los pacientes que deliren de fiebre y se ahoguen en una bronconeumonía  o a los deudos de las víctimas fatales les importe mucho saber del “pedigree” del inóculo. Simplemente manifestarán su irreconciliable disgusto porque el manejo sanitario público lo perciben pésimo.

Hay que optimizar los recursos. Todos los salubristas están absolutamente de acuerdo con ello. Los desacuerdos empiezan al momento de decidir cómo desarrollar un proyecto, cuyos beneficios en la prevención de una epidemia perduren por muchos años.

Para conseguir efectos duraderos hay que mirar el problema con un criterio sistémico y dividirlo en dos grandes y únicas etapas. Para la primera hay que estar preparados ya, porque los primeros casos de gripe empezarán con los fríos y el smog de mayo próximo. Para esta fase hay que “estirar” los cuatro millones de dosis, que suponemos son las más costo-efectivas, vacunando a los niños entre seis y veintitrés meses y a los chilenos de la 3era edad, por mencionar a dos grupos que a la par de numerosos son muy susceptibles de contraer la enfermedad. Paralelamente hay que llevar un buen control a través de pruebas de polimerasa o inmunofluorescencia en las secreciones respiratorias de un grupo significativo de pacientes sintomáticos para corroborar el diagnóstico y tomar las medidas más oportunas y selectivas para evitar la espiral de contagios. Así se optimiza el uso de los recursos, La segunda etapa tiene que ver con el futuro. Hay que desarrollar una vacuna regional, porque desde el Renacimiento se viene viendo lo mismo; la pandemia es mucho más agresiva en el lugar donde se presentan los casos índices. Entonces, si el cono sur de América coincide en el mismo invierno, en las cepas y virulencia del virus, fabriquemos una vacuna en conjunto. Brasil, Argentina y Chile tienen la capacidad tecnológica para hacer vacunas buenas y seguras que, por lo demás, se trata de inóculos con virus muertos. De otros países vecinos no tengo información. Entonces es cosa de emprender un vuelo innovador con Brasilia y Buenos Aires para afinar el flujo de caja que haga rentable el proyecto y “amarrar” las compras de las próximas vacunas en conjunto, condicionadas a la transferencia tecnológica, para montar en nuestros países la producción de la siempre cambiante vacuna contra la influenza.