TOS EN EL NIÑO
La tos es uno de los síntomas que más comúnmente preocupan a los padres de un niño. Esta señal se acentúa en los meses fríos o cuando el niño vive entre aglomeraciones o en una ciudad con mala calidad del aire.
El niño puede toser por una infinidad de causas, resultando un desafío para el pediatra poder dar indicaciones a nivel casero, que sean seguras y efectivas, apenas orientado por la semiología que le describen los papás.
¿Qué debe preguntar el médico?
En verdad, con pocos datos podemos salir del paso, siempre que las respuestas sean precisas. Lo medular es tratar de demarcar la tos dentro de los siguientes planos:
a) los cuatro signos acompañantes
b) edad
c) duración
d) medicamentos en uso
a) La tétrada por la que siempre se debe preguntar es clave y nunca puede omitirse. Corresponde a fiebre, quejido, angustia respiratoria y ronquera. La existencia de fiebre es la primera pregunta. Si la temperatura del pequeño es mayor a 38ºC y ésta obedece a la misma causa que la tos, probablemente estamos frente a una tos de origen infeccioso y lo que corresponde es dar indicaciones para normalizar la temperatura mientras el paciente es examinado por un médico. El quejido respiratorio, revela un esfuerzo del paciente por mantener una buena oxigenación y estamos frente a una situación de emergencia. La angustia respiratoria – disnea – la madre la reconoce inmediatamente en la mirada asustada del pequeño, el aleteo de las ventanas nasales, la incomodidad por permanecer acostado y en la dificultad para amamantarse o recibir el biberón. Corresponde a un paso más avanzado y severo de la enfermedad que está causando la tos. La ronquera, muchas veces referida telefónicamente como tos de perro nos indica incuestionablemente que el compromiso más importante está en la laringe y el niño pide angustiada y sinfónicamente un poco de vapor que se lo podemos brindar con la ducha del baño.
b) La edad importa porque hay ciertos males más frecuentes de acuerdo a la edad del infante y por la dosis de eventuales medicamentos. Los lactantes menores suelen toser por reflujo. En este caso, la tos no es muy pronunciada aunque cargante y siempre va precedida de regurgitaciones o vómitos de leche. En este punto conviene detenerse un instante, ya que en el reflujo la tos se presenta después del vómito, a diferencia de la tos emetizante, en que episodios intensos del síntoma terminan con un vómito alimentario del pequeño. En niños un poca más mayorcitos suele reconocerse la tos quintosa o de la madrugada que acompaña a enfermedades relacionadas con la coqueluche.
c) Averiguar por la duración del episodio de tos ayuda mucho. Interesa reconocer si el niño lleva varios días tosiendo o ésta es recurrente. Esta pregunta nos permite evaluar si podemos esperar algunas horas más sin acentuar el riesgo clínico. Por otra parte, la tos recurrente es típica de los episodios de bronquitis obstructiva, morbilidad que se beneficia enormemente con los inhaladores.
d) Muchas veces ya el niño está recibiendo medicinas. En tal caso interesa averiguar la dosis y la respuesta a éstos, aunque sea parcial. A veces la dosis no es la adecuada y es perentorio corregirla. En otras oportunidades el pequeño recibe inhaladores, resultando enormemente útil saber si ha habido alguna mejoría. En caso afirmativo debemos aprovechar este dato, pues esa tos tiene, indudablemente, un componente obstructivo que responderá a los aerosoles.
Con esta sencilla anamnesis podemos aconsejar con seguridad si las molestias del niño pueden esperar hasta que amanezca e indicar algunos remedios caseros que el niño y el bolsillo de los padres agradecerán.
Indicaciones caseras
a) Vapor
La terapia con vapor mantendrá su sitial en el tratamiento de la tos de origen laríngeo o disfónico y permanecerá para siempre en beneficio de los pacientes. Está indicada en los niños con tos de perro y accesos de tos que aparecen súbitamente. La manera más sencilla de indicar vapor es con la ducha del baño, de modo que el ambiente se sature del beneficioso vaho. Previamente debemos asegurarnos de que el calefón esté fuera del cuarto. Debe colocarse una frazada en el piso y ahí instalar al niño con sus juguetes. Mientras la madre virtualmente se sienta al baño, vigilando al pequeño.
b) Cebolla
La cebolla y, en menor grado el ajo, tienen un enorme poder contra los microbios que infectan las vías respiratorias. Son capaces de absorber a éstos gérmenes cuando se exhalan con la tos de una persona con influenza, produciendo una verdadera “succión” de los microbios.
Las primeras observaciones científicas sobre las propiedades medicinales de la cebolla se hicieron en el año 1919, cuando se experimentó con estas liliáceas en la lucha contra la gripe de ese año que cobró más de 40 millones de vidas. Para esa fecha ya se tenía información del lugar preponderante que tienen los jarabes de cebolla en la medicina china, de donde es originaria. Una realidad más próxima a nosotros la observé en las salas cuna y jardines infantiles de México, donde existe la costumbre de colocar platos de greda con un manojo de cebollas en las salas donde cuidan a los niños. La acción benéfica de los bulbos de liliáceas sobrepasa va muchísimo más allá de las vías respiratorias.
Lo ideal es disponer de un jarabe de cebolla de un sabor razonable para que lo pueda ingerir un niño. La manera más sencilla de prepararlo es colocando en un tazón una capa de cebolla picada finita y luego 1 capa de azúcar flor. Repetir las capas dispuestas en “torta de mil hojas” hasta llenar media taza. Agregar un poco de agua hervida, tibia. Dejar reposar unas horas y luego colar. Se obtendrá un jugo de color ambarino, ligeramente espeso. A los niños de más de dos años se les debe dar 1 cucharada en ayunas por siete a 10 días.
c) Miel de abejas
La miel de abejas es extraordinariamente beneficiosa para un sinnúmero de infecciones, sobrepasando sobradamente su acción benéfica bronco pulmonar. Esta hexosa, al ser sintetizada a partir del néctar floral por las melíferas sociales por excelencia, resume el “amor” de la naturaleza, especialmente del sol.
Donde están las abejas hay floración y vida. La miel no es más que un efluvio concentrado de un amor exterior, proveniente de la magnificencia de la naturaleza, que nos hace muy bien a la salud.
Cuando se usa para prevenir o tratar la tos, debe tomarse como infusión o jarabe. Ya una cucharadita de miel de buena calidad disuelta en medio vaso de agua es útil. Mejor, aún, son las preparaciones de miel con tilo o con ralladuras de cuesco de palta. Obviamente, la farmacopea homeopática tiene muchos productos económicos y sumamente eficaces y seguros para el tratamiento de la tos, que sobrepasan a los alopáticos en los tratamientos de cuadros tusígenos prolongados e inespecíficos.