DÉFICIT ATENCIONAL

Cada vez es más frecuente que unos atribulados padres consulten por la posibilidad de que el hijo tenga un déficit atencional, ya sea porque los profesores encuentran al niño muy inquieto o lisa y llanamente porque al chico le va mal en el colegio.

Este conflicto que puede llegar a presentarse en uno de cada cuatro estudiantes de educación básica, es otro indicador de la crisis educacional que nos sobrepasa por todos lados. Muchas veces el problema no es el niño, sino que es gatillado por el colegio al que sólo le interesan niños estatuas para educar con  un sólo profesor a una cuarentena de muchachos y, claro, el niño que se aparta del molde, hay que retirarlo del establecimiento. Por esta razón tantísimos niños con una maduración cerebral diferente no se alinean bien con la enseñanza estandariza y seudo exigente de muchos establecimientos.

Este patrón de aprendizaje diferente puede reconocerse ya en niños pequeños y, a veces, se mantiene hasta la edad adulta. Lo básico es que existe  una dificultad para mantener la atención voluntaria frente a determinadas actividades tanto en el ámbito académico, como cotidiano. Esto repercutirá en su capacidad para aprender a leer, escribir y calcular.

Cuando adultos son los típicos interrumpidores de las conversaciones, incapaces de reconocer que hay momentos para hablar y muchos para callar Porque no se dan cuenta lo mal educados que son al entorpecer la conversación de otros.

El problema es del niño portador de un Déficit Atencional sólo en algunas ocasiones. A veces es una contrariedad de los padres y en otras es un problema del establecimiento educacional.

Cuando nosotros éramos niños, el tema ya se había descrito; era la disfunción cerebral mínima. Claro que rarísima vez la cuestión llegaba a mayores, porque nuestros maestros eran mucho más inclusivos y pacientes que ahora. La complicación radica en que ahora, de tanto exigirle al muchacho, este se resiente en aspectos como la capacidad de aprender, el estado de ánimo o la conducta, con gran menoscabo de la autoestima.  Para saber si éste lamentable escenario se da en el colegio del niño, basta con preguntar por el número de escolares por curso.

El niño con un retraso en la maduración cognitiva puede comportarse de tres maneras:

  • a)  Déficit atencional puro
  • b)  Déficit atencional con intranquilidad
  • c)  Déficit atencional con escasa actividad

Déficit atencional puro: Poder aclarar si un niño con las características que comentamos lo que  tiene alterado  es la capacidad de atención sostenida es del más alto interés, porque está indicando que el conflicto tiene su origen en el paciente. No ocurre lo mismo, si descubrimos que la incapacidad es selectiva, ante ciertas situaciones. Esto último revela que es, más bien, emocional, con participación predominante del medio.

Déficit atencional con intranquilidad: La hiperactividad implica mucho movimiento. Se trata de un exceso de corriente sin ton ni son. Aclarar este hecho también es crucial, porque es el gatillante del rechazo en el colegio y las molestias de los hermanos.

Déficit atencional con escasa actividad: A veces este tipo de niños no se  mueve excesivamente, sino todo lo contrario, suelen ser muy lentos para hacer cualquier cosa. Estos cuadros son bastante solapados, pues como no tienen graves problemas de disciplina escolar, el medio didáctico no los hostiga. Sin embargo, al conversar con ellos, el pediatra descubre algunos elementos comunes con los grupos precedentes, como ser olvidadizos, acumular retrasos escolares, dificultad para hacer tareas excesivamente largas, porque aparecen descuidos y errores, precisamente por su falta de eficacia atencional.

Luego de aclarar los puntos precedentes, debe prestarse atención a que el niño no vaya a tener mala visión o audición. A veces, se trata de un niño corto de vista o un poquito sordo, lo que se confunde con todo este síndrome. Rarísimas veces la anamnesis sugiere que hay trastornos del sueño o una epilepsia psicomotora.

Es muy importante la apreciación psicológica que nos formamos del niño y de su entorno.  Siempre he sostenido que no hay nada mejor que el informe de personalidad que hace el profesor jefe. Además, al revisar las evaluaciones de años anteriores, se verá la coincidencia y/o complementariedad que se ha mantenido en el curso del tiempo.

Si el problema radica principalmente en el establecimiento escolar, Hay que cortar por lo sano y sugerir que cambien al niño a un establecimiento de cursos más personalizados y menos numeroso.

Si la dificultad está especialmente en el niño, el telón de fondo es la incapacidad para mantener la atención sostenida. Pese a ello, antes de pronunciarse sobre el diagnóstico hay que revisar la alimentación y las rutinas de juego. Puede tratarse de un menor que prácticamente no está ingiriendo vitaminas y que, por el contrario, su alimentación contiene altas cantidades de azúcares, grasa y sustancias químicas, muy saladas.  En lo que respecta a esparcimiento, uno ve que no hay práctica de deportes en equipo, como fútbol o basquetbol, de modo que el niño no ejercita el aprendizaje de habilidades sociales ni la adquisición de modelos de comportamiento.

Déficit atencional y televisión: Cada vez se asocia más el déficit de atención con que los niños vean mucha TV o abusen de los visores digitales, de cualquier tipo. Si un niño pasa horas hipnotizado frente a una pantalla, no desarrollará el pensamiento secuencial deductivo, porque se acostumbra al rápido cambio de escenas de las pantallas. Si no leen a Emilio Salgari, no aprenderán a imaginar. Así de simple. Ahora, si el niño es candidato a tener un déficit atencional, la situación terminará en un rotundo fracaso pedagógico.

¿Y qué hacer?

Como el déficit atencional puede tener más de un origen, el tratamiento debe adaptarse a esta situación y ajustarlo a cada caso individual. También hay que resistirse a indicar fármaco con ligereza, ya que muchas veces son vistos con justificada desconfianza por posibilidad que la medicación con estimulantes pueda facilitar el abuso de sustancias adictivas en edades más tardías.

Vistas así las cosas, el apoyo educativo cobra cada día más fuerza, siendo crucial considerar una educación específica en el seno de la familia y el tratamiento psicopedagógico que refuerce en el niño el pensamiento  deductivo, la capacidad de concentración, la lectura veloz y su incorporación a cursos poco numerosos. Paralelamente es muy importante fomentar la práctica de deportes y actividades en centros recreacionales que canalicen la descarga motriz.

Si el clínico se ve en la necesidad de usar un medicamento, hay que considerar los siguientes criterios, entre otros: edad del niño, ausencia de morbilidad asociada, grado de intranquilidad y ansiedad, control del apetito y facilidad para conciliar el sueño. Luego de este análisis se puede optar por grupos de fármacos, siempre considerando usar la dosis mínima necesaria, aprovechando las características metabólicas del medicamento, de modo que su acción farmacológica se produzca cuando el niño más la necesita, habitualmente de lunes a viernes antes de ir al colegio. Los grupos de fármacos corresponden a neuro reguladores, psicoestimulantes y antidepresivos.